Confusión

Tengo un novio astigmático. Ve perfectamente y no usa lentes para mirar la televisión. Tengo un novio astigmático y a todos se lo cuento, porque estoy orgullosa, porque es un novio astigmático que no usa lentes para ver la televisión. Yo por el contrario, astigmática y con otras dolencias, uso lentes para el cine, para el teatro (y aunque me dé vergüenza decirlo), para la televisión. Soy astigmática por colores, formas y otras carencias. Soy astigmática en todo el sentido de la palabra, que es uno y es certero. Soy astigmática porque es una palabra grotesca y llena de gracia. Grosera. Soy astigmática sin un conflicto en la historia, en el texto libre. Soy el texto libre del astigmatismo.

Me da mucha pena decirlo, y aunque yo ya comenzaba a creerlo y a revivir nuestros recuerdos juntos (las vacaciones en Panamá, los almuerzos en Antioquía, la peleas de sobremesa), no tengo un novio astigmático. Fue, por el momento que duró, una licencia literaria de solidaridad, que se solidarizó con mi causa. Y ahora, más que por la mal llevada autocompasión, muero de tristeza, por mi pobre e inexistente novio astigmático, que solo fue licenciado por mi conmiseración. Pobre novio astigmático que no tiene una curvatura irregular en la superficie de la córnea y del cristalino. Pobre él, que sin su defecto de visión no es más que una consecución de palabras e invenciones de este blog.