demediacancha

Quiero que mi marido me compre una canchita de gras sintético. Evidentemente no es necesario que los contornos estén ya delineados. Sería un muy buen partido si además me comprara algunos sacos de harina o tiza aromatizada para poder dibujar cosas lindas en la cancha. Como por ejemplo 10 jugadores, a menos que realmente se tengan los diez hijos más uno. Los árbitros no serían bienvenidos a nuestro equipo y tampoco a nuestra familia. Mi marido los preferiría mariquitas a árbitros, estoy segura. Aunque creo que sí sería simpático adoptar al hombrecito que sale en youtube poniendo enfáticamente tarjetas rojas a todos los fouleros.
http://www.youtube.com/watch?v=86AJje3ElDc
Fairman.
Pero hablando en serio en serio, el Fairplay es aburrido, y qué mejor manera de educar sin poder ser acusado de violencia familiar que barriendo en la cancha

Impalas recorren mi estante


Es necesario tener siempre una excusa para el desorden. La mía es obvia y titular. Las impalas recorren mi estante. Lejos de la sabana africana, se han encargado de condenarme al caos de los papeles.

Yo odio los papeles, y es algo que debo poner de manifiesto, para que luego nadie me culpe de inconsecuencia. Odio los papeles y firmaría un documento con dicho testimonio, solo para dejar registro de ello, si no fuera que los documentos usan el papel como su soporte principal.


Las impalas, como los jóvenes esbeltos y afeminados, de florete en mano, cabalgan como peces geográficos sobre dunas de arena. Cabalgan sobre dunas de draibol. Cabalgan sobre las dunas que ellas mismas hacen con el papel que tumban (descuidadas) con sus patitas. Cabalgan convirtiendo mi cuarto en un desierto dunado de papel.

A mí me gusta pensar que son mucho más inteligentes que Jeff Koons, incluso que Andy Warhol. A mí me gustan muchas cosas, con excepción del papel.

Y aunque me gusta pensar que son las impalas las que desordenan mi cuarto, debo admitir que soy yo, la que en su papel de cazadora de plagas, deja el caos a su paso.

Después de todo, debo admitir que el papel no es tan malo, solo su desorden, cuando uno no sabe acomodarlo bien. Y las impalas, las pobres, están casi siempre en el jardín cumpliendo un castigo que no les toca.