Desmembrando el Membrillo

A nosotras nos gusta siempre tratar sobre asuntos simples.

Simples y terrenos.

Como los más exquisitos cadáveres, que son paridos por lapiceros, rojos y azules, en el tren local de Ámsterdam a Berlín.

Viajar en tren local de Ámsterdam a Berlín es lo mismo que viajar en un micro limeño, con la única diferencia, de que son experiencias diametralmente opuestas, (como comer mandarinas con pepas o sus análogas más puras).

Si viajas en primera clase te dan esos chocolates rellenos de maní, que le obstruyen imaginariamente la traquea a Dani. Dani tiene alergias imaginarias.

Imaginarias y terrenas.

Si por el contrario, no vas ni de Ámsterdam a Berlín, ni viceversa, y vas a Chincha, al Carmen, a Guayabo, todo se convierte en algo diferente. La experiencia se torna virginal, como una playa llena de pañales y condones reciclables.

Reciclables y terrenos.

Y es mucho más divertido si vas con ingenieros y actores, que cuentan mentiras de una forma bastante convincente, lo que es una de las mejores formas de decir la verdad. Yo no creo nada que no me convenza, así sea simple y terreno, como los posts de este blog.

Supongo que si no hubiera sido de noche y el daltonismo selectivo no hubiera puesto de su parte, aún podría recordar el color de la Tutuma. Me dijeron, y de forma convincente, que era vino joven y kola inglesa. Pésima combinación. Pero aceptada en la estética posmoderna.

Simple y terrena.


Lo único que no ha pasado hasta ahora, es el desmembramiento del membrillo, que a saber, por sus pocos miembros, es una actividad simple y terrena. Una vez que se ha tomado la decisión, el membrillo procede a ser desmembrado. Su pulpa es un ingrediente esencial para muchos platillos, lo que sin embargo no discutiré en esta entrada, pues no es tema de este blog, nada de tamaña envergadura.

Hazardous Material / Aviones Cubanos


6 de octubre de 1976, cualquier día, cualquier fecha, la misma hora que ayer o mañana. En Cuba todos los días son así. Hay que vivir fuera de ella - porque es ella - si uno quiere tomar consciencia del paso del tiempo, de los calendarios, cuyos días y años avanzan, y que no se van reciclando década tras década. Imagínense, se tacha el lunes y se pone martes, se tacha martes y se pone miércoles, se pone jueves y se tacha el miércoles, y así se sigue una lógica sucesiva, sin alterar el logaritmo. El año siguiente, se tacha el miércoles que estaba sobre el martes previamente tachado, y se tacha el jueves que remplazó al miércoles de un año anterior. Es un arte elíptico. El problema ocurre cuando llega el año bisiesto, nadie sabe si se debe dar un paso para delante o un saltopatrás, como en las elaboradas reglas de mestizaje impuestas por los criollos durante los años de la Colonia.

6 de octubre de 1976, en Cuba, un día como cualquier otro, un día exactamente igual al anterior. Un avión cubano, un DC-8 (Douglas Commercial, de fabricación americana), se dirige de Caracas a Trinidad y Tobago. La aerolínea, Cubana de Aviación. Peso máximo en la hora del despegue, 143 toneladas. Pasajeros, el equipo cubano de esgrima, veinticuatro de ellos, al menos. Grandes estrategas, jóvenes esbeltos y afeminados, pensando a quién rozarán con la punta de su florete. De vuelta a casa con todas las medallas de oro del Campeonato Sudamericano y del Caribe. Además, once guyaneses, camino a la facultad de medicina, cinco coreanos perdidos, vistiendo los mismos trajes apretados y el florete; y otros varios tripulantes de Cubana de Aviación.

Una hora del día se pierde entre trópicos y meridianos. El avión, con su fabricación americana y todo, estalla brillante en el cielo. La explosión de un cuerpo celeste, miles de millones de años atrás. 6 de octubre de 1976, y todos mueren. 1130 hora Zulú. Tiempo Universal Coordinado, casi una broma metafísica. Pero no es nada más que un tecnicismo. Seguramente, lo que, señores pasajeros, hubiera dicho el piloto en el momento de su aterrizaje. Hora local, y no sé cuántos grados, bienvenidos al aeropuerto José Martí.

Pero lo más curioso es que antes, nadie se detuvo a pensar que los aviones cubanos, nunca llegan a ninguna parte. La inconsciencia de un tiempo que pasa sin registro. Nadie puede coordinar los calendarios. Las entradas. La salidas. Los paneles luminosos en el aeropuerto tienen un cero atravesado por una soberbia diagonal, que los divide como en dos medias lunas. Sobre estos, los números se tachan y se vuelven a ordenar. Lunes, martes, miércoles, y así toda la semana, y así todos los meses, y así todos los años. Un avión, que igual nadie esperaba.

Otra vez es martes o miércoles, o un día parecido al anterior. En Cuba de repente es otra vez 6 de octubre de 1976. Los mismos muchachitos debiluchos y estirados se sientan unos junto a otros, con las piernas cruzadas, sobre el cojín, que en caso de emergencia, sirve de flotador. A su lado, los coreanos, con sus relojes y sus calendarios pulcrísimos. Nadie los entiende, y nadie entiende el temor en sus caras. Es cualquier hora, y otra vez, la estocada final.

Touché.

El baile de los jabalíes castos

Las trufitas son alérgicas a cualquier condimento que venga de Tenerife.
Tampoco pueden escuchar canciones que pongan en Grey´s Anatomy, a no ser que las pasen mientras alguien se esté muriendo y haya más de 1 familiar presente y o 2 amigos.
Sin embargo son muy entusiastas cuando de Navidad se trata, les encanta el pavo navideño y no importa que les metan cosas por el culo.
Las trufitas son negras y blancas y cuando huelen colorantes alcanzan casi una tonalidad primaria.

Las trufitas mueren en diminutivo y no saben en qué momento pasan de la infancia a la adolescencia. No menstrúan ni pueden eyacular, sin embargo, creen en el amor platónico e idolatran a los arqueros que meten goles de arco a arco.

Y entonces Nico dijo: (
Protesto)Yo soy un ser virginal, aunque tenga conjuntivitis y no crea en dios.

Las trufitas son alérgicas a las plagas,

a los antibióticos
y a los sonámbulos.
Creen que el impétigo es un plato que se usa entre postre y postre.
Saben que al primer amor nunca se le perdona en estado de ebriedad.
Los gritos celtas, profanación.

Los bailes árabes, profanación.
El compromiso, profanación.
La poligamia, compromiso.
La poligamia, profanación.
La promiscuidad, sincretismo.
Podrían rodar para siempre, pero como no tienen noción del tiempo prefieren no hacer nada que se asemeje a la forma de un reloj.


Todas duermen encima de un monóculo. Todas duermen.

A mi me encantan los monóculos pero odio a las trufitas, por eso he decidido ver Greys solo cuando realmente quiera dormir sin tenerle miedo a la muerte.